Las pardelas cenicientas y baleares, perfectos barcos de vela
Ave del mes de octubre
Mar adentro, lejos de las playas malagueñas y del alcance de nuestra vista, las pardelas cenicientas y baleares peinan la superficie del agua con sus alas afiladas, surcando el viento salado durante toda su vida, eternas marineras.
El mar, otra forma de vida
Al igual que el resto de las llamadas “aves pelágicas” (aquellas que en circunstancias normales solo tocan tierra firme para las tareas indispensables de cría), estas dos especies de pardelas pasan la práctica totalidad de su vida sobre el mar, ya sea posadas en su superficie, donde duermen e interactúan, o volando como veleros en busca de alimento, a lo que dedican la mayor parte de su tiempo. Se alimentan exclusivamente de materia animal que encuentran o pescan sobre o bajo la superficie del agua, siendo capaces de bucear a decenas de metros de profundidad para dar alcance a bancos de peces y calamares, una de sus presas más frecuentes. Solventan la ausencia absoluta de agua dulce en su entorno hidratándose directamente a través del agua de mar, que desalan gracias a un órgano especial situado sobre el pico.
Aunque a menudo se les puede ver desde la costa (especialmente desde puntos prominentes como cabos y espigones) la mayoría de ellas buscan alimento muchas millas mar adentro, en zonas de mayor profundidad sobre el límite de las cordilleras oceánicas, donde el afloramiento de alimento es mucho más abundante.
Perfectos barcos de vela
Millones de años de evolución han forzado a las pardelas a desarrollar una técnica de vuelo eficientísima, que les permite cubrir enormes distancias de mar abierto en busca de alimento cada día con un gasto mínimo de energía. Las pardelas aprovechan el viento de diferente forma según su orientación respecto a la dirección a la que desean ir. Si les viene en contra, ciñen y reculan a ras del agua como haría un velero, y colocándose para aprovechar la fuerza ascendente del aire, suben y se dejan caer, ganando terreno progresivamente en cuantos zigzags sea necesario; esta técnica les permite también controlar visualmente una franja de agua mucho mayor, aumentando la probabilidad de encontrar alimento. Si vuelan en vientos fuertes y a favor, aletean mucho menos: vuelan en una trayectoria ondulante, tocando la superficie del agua con cada bajada, ladeando el cuerpo en curvas cerradas y ascendentes para volver a encarar el viento y avanzar rápidamente con su empuje. Las diferencias en la técnica de vuelo de las pardelas cenicienta y balear son fácilmente perceptibles: la primera se mueve de forma más pesada, con aleteos más escasos y vuelo más pausado, mientras que la segunda aletea de forma más frenética, moviéndose a mayor velocidad y a menudo en trayectorias completamente rectas, especialmente con vientos débiles o en contra.
El mar es un medio hostil en el que solo los mejor adaptados logran sobrevivir. Así, estas sofisticadas técnicas que describimos son el resultado de miles de generaciones sometidas a factores ambientales tan exigentes como los temporales invernales y las enormes dimensiones del océano.
Apariencia particular
Las pardelas tienen una forma y modo de volar que poco se parece a ninguna otra ave, ni siquiera a otras aves marinas. Por un lado, son llamativamente colicortas, ya que el uso práctico que dan a este grupo de plumas, que normalmente funcionan a modo de timón de vuelo, es bastante limitado. Por otro lado, sus alas están perfectamente esculpidas para aprovechar el viento a ras del agua peinando las olas: son estrechas, largas y puntiagudas (especialmente en la pardela balear) aproximándose algo más a la forma de una gaviota en la pardela cenicienta.
En lo que respecta a la coloración, ambas tienen partes inferiores más bien pálidas, siendo en la cenicienta muy blanquecinas y en la balear bastante variable, pero con flancos casi siempre oscuros. Las partes superiores son propiamente gris ceniciento en la Pardela Cenicienta, y de un color chocolate oscuro y contrastado en la Balear.
Por lo tanto, a menudo, a esta última se le reconoce en la distancia como una veloz silueta oscura, estrecha y angulosa, apareciendo y desapareciendo tras las olas en un frenesí de aleteos. La Pardela Cenicienta, por contra, es notablemente más grande y pálida (¡lo que puede hacerla confusamente similar a una gaviota para el observador inexperto!) en un vuelo en el que suelen predominar los planeos largos entre los aleteos pesados.
Cómo verlas en Málaga
Como mencionábamos en la descripción de su ecología, las pardelas suelen volar en aguas más bien profundas, por lo que algo que facilitará su observación es ubicarnos en un punto lo más prominente e introducido en el mar que se pueda. A este respecto, la punta de Calaburras, uno de los puntos más prominentes de la costa mediterránea andaluza entre el Estrecho de Gibraltar y el Cabo de Gata, es un enclave privilegiado. No obstante, es posible observarlas desde otros cabos o espigones, desde Punta Chullera hasta Maro, pasando por Puerto Marina o la Torre del Jaral. En el caso de la pardela balear podemos aprovechar su tendencia a seguir barcos de pesca de arrastre para intentar observarla a la llegada de los mismos a puertos pesqueros, siendo especialmente interesante el caso del de la Caleta de Velez, cuya gran actividad atrae a muchas de estas aves marinas.